La Iglesia católica ha actuado como la principal mediadora en los dos últimos paros nacionales en Ecuador. La Conferencia Episcopal Ecuatoriana podría asumir nuevamente ese rol, si así lo requieren las partes en conflicto.
La Iglesia católica no es un actor político, pero le ha correspondido estar en las situaciones más complejas de la política ecuatoriana al asumir un rol relevante y clave: la mediación. Lo hizo durante el paro nacional de 2019 y de 2022.
En octubre de 2019, durante el periodo de Lenín Moreno, la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) realizó un paro de 11 días en contra del decreto que eliminó los subsidios a los combustibles extra, ecopaís y diésel. El 13 de octubre con la mediación de la Iglesia católica y la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el Gobierno y la Conaie dialogaron y se derogó el decreto.
En 2022, tras 18 días de paro en contra del alza de los precios a los combustibles, el 30 de junio, las partes firmaron un acta de paz mediado por la Iglesia e instalaron mesas de diálogo, una sobre la focalización del subsidio a los combustibles.
En el paro actual se han registrado enfrentamientos, sobre todo en Imbabura, pero no se descarta que la medida se replique. De hecho, el 24 de septiembre la Conaie y otros sectores sociales mantuvieron una reunión en el Parlamento de los Pueblos para analizar las medidas.
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P. ¿Cuál es su reacción sobre la situación actual del país por el paro?
Hay que partir de la complejidad de la eliminación del subsidio al diésel en Ecuador. Un tema muy polémico. Y es porque esto tiene sus implicaciones o consecuencias económicas y sociales. Hay varios argumentos a favor y otros en contra. A mí me llama la atención, por ejemplo, argumentos a favor dicen: la reducción del gasto público, la disminución del contrabando. Pero también hay argumentos en contra, de carácter más social. Por ejemplo, el impacto en el transporte, en los alimentos, a los sectores más vulnerables. E inclusive se habla de un posible aumento de la conflictividad social.
P. La Iglesia católica medió entre el Gobierno y las organizaciones sociales en junio de 2022, ¿fue complicado asumir ese rol?
La Iglesia Católica siempre ha mostrado apertura y respeto frente a las decisiones de los gobiernos y de las organizaciones sociales. La mediación, sin embargo, es posible cuando ambas partes la solicitan. De hecho, en el 2022 la Iglesia asumió ese papel, no tanto desde una lógica política o económica, sino como puente de diálogo, buscando soluciones que beneficien a todos, en especial a los más pobres. En el 2019, 2022, realmente las condiciones fueron muy difíciles, prácticamente se habían agotado todos los medios de acercamiento. En ese contexto nosotros asumimos ese papel, e insisto, no en calidad de técnicos, de economistas, de políticos, sino simplemente como parte de ese pueblo ecuatoriano, para crear puentes. Me pareció importante cómo en el 2022 ayudó a que las partes, el Gobierno y los movimientos indígenas y sociales, se sentaran a la mesa. Esperemos que las tensiones y los conflictos no vayan subiendo de tono, lo cual sería muy peligroso.
P. ¿Cómo fue el proceso para que la Iglesia medie tanto en 2019 y 2022?
Tuvimos la petición tanto de los movimientos indígenas y sociales, como también del Gobierno. Con esas dos solicitudes analizamos, consultamos a muchos actores sociales también y al final tomamos la decisión de asumir ese papel de mediación. Eso fue el punto de partida, pero respetando las decisiones políticas y económicas de los distintos sectores. Sería interesante que las partes, en este caso el Gobierno del señor Daniel Noboa y los movimientos sociales, retomaran los acuerdos alcanzados en los diálogos del 2022. Especialmente sobre la focalización de los subsidios, en favor de los sectores más vulnerables. Ese puede ser el punto de partida para evitar que las tensiones crezcan. Yo creo que el cumplimiento de lo pactado sería una gran señal de confianza, que ayude a prevenir nuevas confrontaciones. Es simplemente una propuesta que recuerda todo lo que se realizaron en las mesas técnicas con la presencia de especialistas. Ahí entraron en acción la Universidad Central, la Católica, la Salesiana y luego muchos peritos. De tal manera que la invitación sería a que el Gobierno de Noboa y los movimientos indígenas retomen esos temas que están ahí y ya están planteados.
P. En 2022 el acuerdo de paz llegó tras 18 días de paro, ¿ahora los actores son otros, se puede evitar que el paro se extienda cuando el Gobierno y la Conaie han ratificado sus posturas?
Nosotros siempre hemos invitado porque es nuestro papel invitar, nada más, no podemos hacer otra cosa como Iglesia. La invitación es a mirar la realidad en su complejidad y, sobre todo, a pensar en la inmensa mayoría de ecuatorianos. Yo estoy aquí en Guayaquil. Si visitamos los barrios del sur, del norte, realmente uno se queda ahí perdido sin saber qué hacer porque hay mucha pobreza. No hay educación, salud, trabajo. La invitación al Gobierno y también a los movimientos sociales e indígenas es a mirar que más allá de sus intereses legítimos, políticos o económicos, hay una realidad mucho más amplia. Sino cada grupo va a estar encerrado en sí mismo, buscando sus intereses políticos electorales o tratando de imponer una visión de su proyecto y nada más.
P. ¿La Iglesia Católica está dispuesta a asumir nuevamente el reto en una posible mediación?
Reconocemos que hay muchísimas instituciones de carácter social, a nivel internacional, nacional, que prestan ese servicio de mediación e inclusive de arbitraje. Si después de todas las instancias ven que aún la Iglesia puede colaborar, de nuestra parte siempre estamos dispuestos a hacer lo que sabemos, que es invitar a dialogar, a sentarse en una mesa. Y que así los técnicos especialistas, sobre todo en el campo económico, busquen las mejores soluciones para nuestro pueblo.
P. ¿La Iglesia podría intervenir de alguna forma, mientras tanto?
Seguiremos haciendo el llamado a la paz y al diálogo. Estamos convencidos de que la violencia no es el camino para resolver los conflictos. El diálogo hace posible que las partes puedan encontrarse. Lógicamente, eso depende si están dispuestas o no a escucharse con respeto, abandonar esas posiciones extremas, reconociendo que nadie posee la verdad absoluta. Seguiremos llamando, más aún en esta época que la inseguridad y el crimen afectan profundamente al país. Sumar más violencia es un acto de insensatez que pondría en mayor riesgo a la sociedad. No hay que echar más leña al fuego. Sí hay que abrir caminos de entendimiento, de reconciliación. Lo de la mediación queda abierto como una posibilidad, quizás lejana, pero lo más importante va a ser el compromiso de todos los ecuatorianos de buscar soluciones, pensando especialmente en los más necesitados. (KSQ)

