El Estado ecuatoriano gasta cada día más de lo que ingresa y tiene reformas que no se ejecutan. Solo con disciplina fiscal, eficiencia y crecimiento sostenido, Ecuador podrá romper el ciclo de dependencia del FMI.
En los últimos 64 años, entre 1961 y 2025, Ecuador ha firmado 21 acuerdos de financiamiento, bajo varias modalidades, con el Fondo Monetario Internacional (FMI). De ese total, hasta la fecha, el país solo ha cumplido, aunque sea parcialmente, con cuatro.
Durante el último paro indígena, que se encendió por la eliminación del subsidio al diésel, ha vuelto a primera línea del debate y los reclamos públicos de que todos los problemas económicos y sociales del país se deben a que el Gobierno de turno (actualmente el de Daniel Noboa) “sigue a rajatabla las políticas neoliberales del FMI”.
Sin embargo, como explicó en una anterior entrevista con LA HORA Ricardo Hausmann, fundador y director del Harvard Growth Lab, uno de los centros de pensamiento económico más influyentes del mundo, un país como Ecuador “va al Fondo Monetario cuando los demás ya no te prestan. Ir al FMI te permite hacer el ajuste más gradualmente, más suavemente, como si fueras a hacerte una operación con anestesia. El cuento está echado al revés: no es que si vas al FMI sufres, es que estás sufriendo y vas al FMI para sufrir menos”.
En otras palabras, se llega al FMI cuando tienes problemas para pagar tus obligaciones y deudas, cuando no puedes cubrir tu gasto con el ingreso que generas, y cuando, como en el caso de Ecuador, te has labrado una fama (durante muchos años) de no solucionar tus problemas, no pagar cada cierto tiempo o pedir constantemente renegociaciones o reestructuraciones.
“Los países como Ecuador que van al FMI son los que hacen reformas a medias, o no las hacen de plano, viven más allá de sus propias posibilidades financieras y, cuando ya tienen el agua más allá del cuello, acuden al multilateral para que les apague el incendio”, acotó Andrés Rodríguez, economista.
Solo en 2020, por ejemplo, en medio del golpe inicial y más fuerte de la pandemia, un Ecuador sin ahorros, con problemas crónicos de déficit fiscal, con más de una decena de reformas estructurales pendientes desde 2003 sin ejecutarse, recibió desembolsos totales por $4.000 millones del FMI.
De acuerdo con Rodríguez, sin ese dinero, que se entregó dentro de un programa de financiamiento con ese multilateral, el Gobierno se habría visto obligado a hacer, casi de un día para otro, un “recorte brutal” por esos mismo $4.000 millones en el gasto público o impulsar una subida de impuestos “igual de brutal” para aumentar los ingresos.
El FMI es un banco: presta dinero y busca asegurarse que le paguen
En términos sencillos, el FMI actúa como cualquier banco: presta dinero y busca asegurarse que al término de un plazo establecido se lo devuelvan con los intereses correspondientes.
Así, por ejemplo, si el FMI acuerda con un país como Ecuador un programa de financiamiento a cinco años (como el que está actualmente vigente), se compromete a desembolsar durante ese periodo $5.000 millones; pero a cambio espera que el beneficiario tome medidas para ajustar sus cuentas públicas en un valor al menos similar a lo que está prestando.
Esto tiene dos razones. En primer lugar, el multilateral quiere estar seguro de que le van a pagar los préstamos sin problemas. En segundo lugar, y todavía más importante, lo ideal es que, luego de ajustar poco a poco su economía, el país ya no necesite al fondo para salvarle de la insolvencia y pueda establecer una política fiscal y económica autónoma.
En otras palabras, un país con los problemas fiscales de Ecuador tiene, con o sin el FMI, que hacer ajuste e implementar reformas estructurales para dejar de deberle a sus proveedores, dejar de meterle la mano al IESS para el financiamiento, o acumular miles de millones de dólares en déficit cada año.
La diferencia es que con el FMI un país gana tiempo, gracias a los créditos, para hacer los cambios de manera gradual. Sin embargo, de acuerdo con Rodríguez, Ecuador ha hecho cambios a medias y, en muchos casos, ha retrocedido en decisiones tomadas. Así, ha recibido el dinero de multilaterales, pero no ha solucionado el fondo de sus problemas, por lo que, a la vuelta de dos o tres años, necesita un nuevo salvataje financiero.
La fórmula para librarse del FMI es clara: gaste lo que pueda pagar con sus ingresos
Si el Ecuador quiere librarse del FMI, la solución es gastar lo que puede pagar con sus ingresos. En otras palabras, como sucede en el plano personal, si no se quiere recurrir al banco, se debe ajustar los gastos a lo que se tiene, o hacer una combinación de mayores ingresos y menores obligaciones.
Esto parte, como ya ha analizado LA HORA, por tener un diálogo franco y sin dogmatismos sobre el Estado que podemos financiar como sociedad, qué tipo de economía queremos tener, qué sectores son los claves para impulsar el crecimiento económico y la generación de empleo, cómo podemos tener una seguridad financiera sostenible y que no sobreviva a punta de subsidio estatal, qué tipo de mercado laboral queremos tener, entre otros temas claves.
Entre enero y septiembre de 2025, por ejemplo, en promedio el Gobierno central en Ecuador gastó $10,92 millones más de lo que podía pagar cada día. Es decir, cada día se generó un déficit de casi $11 millones, que al cabo de 9 meses da como resultado un hueco fiscal de casi $3.000 millones, que solo se puede cubrir con más deuda.
Como Ecuador tiene fama de mal pagador, tanto interna como externamente, no podemos emitir bonos de deuda para financiarnos independientemente, y lo único que queda es el FMI y todos los demás multilaterales. Sin una economía que crezca y genere empleo, y sin un fisco que pueda cubrir sus gastos con ingresos suficientes, Ecuador no podrá librarse del FMI.
Mauricio Pozo, exministro de Economía, plantea una serie de ajustes estructurales para sanear las finanzas públicas y evitar que el país dependa de la deuda con el FMI:
1 Readecuar el tamaño del Estado “Tenemos que readecuar el tamaño del presupuesto a lo que podemos soportar. El crecimiento del tamaño del Estado respecto al crecimiento de la economía muestra con claridad que no nos hemos movido en la línea correcta”, dijo
Pozo presenta cifras. El PIB se multiplicó 6,8 veces entre 2000 y 2024, pero el gasto en sueldos lo hizo 14 veces, El gasto total pasó de $3.800 millones en 2000 a $47.000 millones en 2024.
“En el año 2000 había 304.000 funcionarios del Gobierno central. En 2024 hay 492.000. Eso significa un crecimiento de 188.000 personas en 20 años. ¿Ha mejorado el servicio al país que justifique un crecimiento de esa magnitud? Yo creo que no”, aseveró. (JS)
2. Controlar subsidios y hacerlos focalizados. Destaca el avance en la eliminación parcial de subsidios, especialmente al diésel, pero aclara que el impacto aún es limitado:
“La reducción del subsidio del diésel calculada en términos anuales un ahorro de $1.200 millones, pero restando compensaciones al transporte, quedará un neto de $900 millones. Sigue siendo pequeño”, añadió.
3. Evitar más endeudamiento. Lo que ha hecho Ecuador normalmente es reemplazar el ajuste con más deuda. Es decir, endeudarse para pagar otras deudas y para cubrir los gastos que no se pagan con los ingresos. Lo ideal sería endeudarse para proyectos de inversión, para mejoras en la producción. Eso solo se logrará con finanzas públicas en orden y sanas.
4. Reformar la política tributaria sin subir impuestos. Pozo no cree que subir impuestos sea la solución, sino ampliar la base y simplificar el sistema. “No soy partidario en este momento de pensar en el aumento de tasas impositivas. Creo que es mejor ampliar la base de contribución y sobre todo simplificar el sistema tributario”, acotó.
5. Fomentar inversión y eficiencia. Se debe reforzar la inversión extranjera y la productividad estatal. “La producción petrolera tiene que mejorar; mientras más cautelosos seamos respecto al precio del petróleo, va a ser mejor. En el lado del gasto hay bastante más grasa, y es donde lamentablemente el país no ha podido avanzar”, concluyó.
Si Ecuador tiene un Estado que se puede financiar sin ahogar al sector privado, se dispararían las posibilidades de un boom de inversión local y extranjera.